Gotas de tinta

miércoles, 14 de agosto de 2019

La Gran aventura de Gabriel

Un día, en el cole, cuando tocaba recreo, había un niño en una silla de ruedas que se llamaba Gabriel. Este niño se sentía triste porque todos los días se quedaba solo en el patio, esperando a que algún niño quisiera jugar con él.
Este niño se llamaba Gabriel, y él no entendía porqué no le invitaban a jugar, después de todo él era muy divertido y tenía ganas de tener un grupo de amigos con los que pasar el rato, como todos, divirténdose.

Al llegar a casa hizo lo de siempre; hacer los deberes, cenar e ir a dormir. Cuando se hizo de día notaba que algo raro pasaba, pero esperó, como todos los días a que su madre entrase en su habitación para ayudarle a levantar y a prepararse para ir al cole.
"¡¡Gabriel, levántate ya o llegarás tarde a clase!!", le gritaba su madre, mientras entraba en a su habitación , ¡¡sentada en su silla de ruedas!!. 
Gabriel respondió: "mamá estoy esperando a que me ayudes a ponerme en la silla de ruedas".
"Pero Gabriel, otra vez con tus bromas, levántate y deja de sentarte en mi silla".
Entonces Gabriel vio que sentía sus pies, sus dedos, que se podía poner de pie sin ninguna ayuda...caminar, saltar..¡¡¡qué alegría!!!, gritaba y saltaba por toda la casa. Su madre no paraba de decirle, "pero qué te pasa hoy, estás más alegre que de costumbre, jajaja.
Cuando lo dejó en el colegio, se dio cuenta de que algo raro pasaba, (bueno raro estaba siendo desde que se "levantó"). En el patio habían sillas de ruedas por todas partes y los niños que siempre andaban saltando y corriendo, estaban ahora sentados en sillas de ruedas y los que siempre estaban sentados, (como él), esperando a que les empujaran la silla, estaban saltando y riendo sin parar.
Gabriel se acercó a una niña, que también hasta ayer estaba "sentada" y le preguntó qué pasaba, que si estaba soñando ...pero los demás niños le decían con cara de extrañados que no sabían de qué les estaba hablando.
Ese día, el recreo fue fenomenal; jugó, saltó, se rió tanto que casi vomita; estaba tan feliz que hasta le dolía la tripa, pero...vio que al igual que le pasaba a él y a sus amigos, todos deberían de sentir esa felicidad; de poder formar parte de la diversión con los demás. Entonces todos fueron a donde estaban sus compañeros que estaban "sentados", esperando a que alguien quisiera jugar con ellos y empezaron a jugar todos juntos: a la pelota, a las carreras, a contar chistes; y así se pasó el recreo; todos riendo y pasando un día extraordinario.
Gabriel se dio cuenta de que, aunque su deseo era caminar solo y hacer lo que cualquier niño, no era justo que sus compañeros fuesen "castigados" ..así que decidó que era hora de utilizar la llave mágica, que desde hace mucho tiempo le había contado un señor misterioso, que se encontró en la Biblioteca Central, una tarde en que "Gabi", ojeaba un cómic de superhéroes (esa historia es muy interesante, pero hoy no es el momento de desvelarla, hay que "liberar" a unos niños). 
Esa llave se necesitaba para desactivar cada una de las sillas, de cada uno de los niños, que aparecieron en el colegio.
Recordaba que había que buscar la entrada y esa estaba en su propia clase, detrás de su bolsa con forma de dragón, colgada del techo. Cerró los ojos y se aventuró a entrar por ese portal mágico y cuando se atrevió a abrirlos se encontró su primera prueba, donde había un enorme monstruo que le preguntó, "¿si tanto te gusta estar de pie, por ti mismo, sin ayuda, para qué quieres la llave?".
Y Gabriel repondió, "para que mis compañeros puedan caminar", ...el monstruo al ver la amabilidad le dejó pasar, esa era la pregunta que nunca nadie había superado y él, con tan sólo esas palabas había hecho que se destruyera  la barrera mágica que le impedía seguir su aventura.
La segunda y última prueba consistía en pasar por un enorme arco de piedra, en el que rayos de miles de colores achicharraba todo aquello que pasara por debajo...pero, él debía ser fuerte, tenía que pasar ese arco sentado en su silla de ruedas y permanecer allí debajo por cinco segundos...y lo superó, se desactivaron al instante todos los rayos y tormenta de tierra y niebla que cubría todo y cuando se despejó a lo lejos pudo ver una llave colgada en una piedra. Corrió tan rápido como pudo y a la vez lloraba, porque sabía lo que significaría usarla...estaba feliz y triste a la vez, pero sabía que debía hacerlo.

Un vez fuera del portal Gabriel fue usando la llave en cada una de las sillas, de cada uno de los niños, y a medida que la usaba, notaba más cansancio, el cuerpo le pesaba cada vez más, no le hacía caso, hasta que llegó a la última silla..su compañero le paró su temblorosa mano y le dijo" ¿estás seguro?", --"sí", le contestó Gabriel, "nunca he estado tan seguro".
Al día siguiente al despertar, todo volvió a la "normalidad", él con su silla, en el colegio todos corrían y los que siempre andaban en sus sillas de ruedas, pues estaban igual que siempre.
Se disponía a pasar otro día más mirando cómo se divertían sus amigos, pero...unos niños se acercaron y le dijeron, "Gabriel, ¿pero qué haces?, te estamos esperando para jugar al pilla pilla. 
A Gabriel se le abrieron los ojos como pipas y lo llevaron hacia el centro del patio, donde estaban todos sus compañeros que ayer podían saltar, correr, y al mirarlo le picaron un ojo.
Todos aprendieron cuánto se necesita que te entiendan y aunque tengas necesidades, la felicidad y las ganas de divertirse con tus amigos es igual para todos.

Nos vemos entre líneas.