Gotas de tinta

sábado, 3 de agosto de 2019

El portero

Muy buenas, y llegó el ansiado domingo, el día más fabuloso, según mi madre.
Y como no podía ser menos, les invito a disfrutar de este pequeño relato que escribí hace dos años, en este día de descanso en el que "todo es posible".

Siempre he creído, pensado, deseado y ahora puedo confirmar que hay seres mágicos viviendo en mi casa...sí, sí, lo has leído bien y ahora sabréis lo que sucedió.

Un día, un de esos seres vino a mi casa, se mostró a la vista de todos y antes de poder reaccionar, de una aleteo miles de millones de puntitos luminosos empezaron a unirse y formar un fino hilo, que cada vez se hacía más inmenso y se metía en un minúsculo saquito que tenía en sus manos, hasta que se lo tragó todo, como una aspiradora, e inmediatamente el saco se cerró. 
Y tal como apareció, ese "ser", desapareció con una gran nube blanca.
Todo esto lo estaba viendo una pequeñísima hada, que vivía hace mucho tiempo en mi habitación y que se mantuvo escondida por miedo a ser "aspirada" ella también. 
Era tan pequeña, que apenas podían descubrirla, aunque estuviese al lado tuyo. Fue tanta la tristeza que le produjo, al ver lo que había sucedido que, la pequeña criatura empezó a perder su alegría, su brillo y casi dejó de volar, como si le faltara la magia y fue tanta la pena, que se fue arrastrando sus pequeñas alas, al refugio secreto, para compartir la tristeza tan grande que tenía. 
Todos saben que se necesita polvo de hadas para volar (evidentemente, lo sabemos todos, ¿no?), y que la tristeza hace que las hadas se pongan tristes y que pierden su magia, (claro era eso, no había caído).

Mientras ocurría todo eso en el desván de mi casa; yo acababa de llegar del cole y estaba sacando los deberes que me habían marcado para mañana y al tratar de cerrar la mochila vi que algo estaba agarrando la cremallera. Ahhh, casi me caigo de espalda, era un hada con un pequeño saquito. No entendía lo que me decía, así que hablé yo: " ¡eres un hada buena!.

Decía sí con la cabeza, "eso que llevas en el saco, ¿es tuyo?", no, me decía con la cabeza..ohhhh, le dije, "eso está muy mal, ¿lo has robado?", ¡no!, contestó moviendo la cabeza ..."Así que esas tenemos, robando a tus compañeras, eso no está bien". .(para mí no es tremendamente raro que vea hadas, ya que me he criado con ellas, en secreto, desde muy pequeña y forman parte de mi vida).

Pero seguía mirándome con pena, algo no encajaba...Entonces me espolvoreó un poco de magia y de repente me hice pequeñita y me llevó detrás de la alacena. 
Allí había un pequeño portal mágico que llevaba a su país.

Me contó, que al vivir las personas alocadas, con tantas prisas, no tienen tiempo para pensar en nada que no sean ellos mismos y entonces...la magia se está desvaneciendo.

"Necesitamos mucho polvo de hadas para activar compasión, alegría y solidaridad con aquellas personas que no tienen tanto y esa pequeña criatura que vive en tu casa es especial y su poder es tan grande, que toda tu casa está llena de su energía, llevas años respirando su magia y es eso lo que hemos absorbido", dijo ese ser mágico y diminuto. 
La observé por un momento y era extraordinaria, perfecta: sus alas brillaban en la luz como si tuviera miles de chispitas relucientes, de color rosa y azules, su cara era como el de una persona humana, pero sus ojos eran grandes y el color era de un azul tan intenso que no podías dejar de mirarla; sus brazos eran largos y de color azul celeste y de ellos salían finos destellos de colores muy pequeños y sus pequeños dedos tenían en sus extremos, uñas estrelladas de color amarillo que, cuando rozaba algo dejaba un rastro de luz.

Te ayudaré, le dije, pero devuelve la magia a mi casa, "ella" no puede vivir sin ella. Volvió a rociarme con magia para recuperar el tamaño de niña de ocho años y lo primero que hice fue, ir corriendo y abrazar a mi "amiga alada", y soplar muy suavemente una fina capa de brillo mágico, que hizo que todas las luces de la casa se encendieron a la vez, con mucha intensidad. "Todo está de nuevo en su sitio", me dije y "ahora a por mi misión".

La niña salió a la calle y fui echando una chispita de polvo de hada cada vez que encontraba a una persona y después de eso, se volvía hacia ella y sonreía. 
Hasta el vecino de enfrente, que era un refunfuñón, se dio cuenta que en su portal siempre había una persona a primera hora, que se apuraba por recoger todas sus cosas antes de que lo echaran y, misteriosamente desde ese día, en que la niña le dio un poquito de magia en su espalda...., junto a sus cosas del rellano, aparecía un termo con chocolate caliente y un bocadillo.
Nunca dijo que era él quien se despertaba todas las noches a las cinco de la mañana, a prepararle el desayuno, ni que iba a la panadería a escondidas, para poder hacerle un bocadillo con la primera horneada de pan; ni que se preocupaba si alguna noche se asomaba por la ventana y no lo veía. 
Y el señor, que ya no era un refunfuñón, no supo hasta un tiempo después, que cuando no lo vio más era porque una noche intentaron entrar al portal a robar ,y el mendigo lo protegió como si fuera suyo, agradecido de que de alguna manera era también su hogar y porque sabía que aquel hombre refunfuñón era como su padre.
Lloró mucho al saber lo que pasó y desde ese entonces, vive en el edificio de enfrente como portero.

Ahora son amigos que se levantan a las cinco de la mañana a buscar pan recién horneado, para hacer bocadillos y hacer chocolate caliente, para repartir en otros portales.

Desde ese día la niña y las haditas fueron nombradas Embajadoras de la Magia.

Espero que les haya gustado.
Nos vemos entre líneas.